martes, 5 de agosto de 2014

La ciudad y el llanto (09.07.2009)

Por Yordanis Ricardo Pupo

La ciudad duerme. En el parque central de este pequeño pueblo de provincia quedan solo dos o tres trasnochados. Las flores nocturnas comienzan a marchitarse, digo, a marcharse, pues esta noche nada han pescado. Se refugian del sol y del mundo, en espera de otra jornada que les traiga la visa que tanto anhelan.

La ciudad duerme. No hay vendedores de maní ni pajaritas; solo los señores de la basura se mueven por aquí a estas horas, limpian los desechos de los otros, vagos en su mayoría, sin otro oficio conocido que el de salir de noche a luchar con sus frentes –y cuerpos-, el pan del próximo día, la caja de cigarros y las cervezas.

Ser licenciada y puta es mejor que ser licenciado y buen trabajador, dicen algunos. Ellos y ellas se especializan en lenguas extranjeras, en geografía y en la moda de turno. Es parte de la supervivencia en esta jungla citadina que habitamos.

Como en “Cien años de soledad”, la historia se repite. No hay perdón y la isla regresa a otros años. Para algunos sobrevivir significa vender su cuerpo y su alma –por suerte existen tarifas diferentes para los residentes en el territorio nacional; los extranjeros deberán pagar más. Lo mío primero, como diría una puta amiga-.

Esta economía no hay quien la entienda: una cerveza Bucanero me cuesta dos días de trabajo, una libra de carne de cerdo, día y medio. ¿Cómo se puede vivir un mes con 315 pesos cubanos?

Y hay tantas formas de prostituirse como causas. No hay que ir necesariamente al Malecón habanero o a los parques de provincia con un código de barras en la frente.

martes, 1 de julio de 2014

Del paraíso a la nada... o viceversa

Por Yordanis Ricardo Pupo
Después de tantos años queriendo ignorar su existencia, decidí comprar y leer “La nada cotidiana”, novela con que la cubana Soez Valdés (La Habana, 1959), conquistó la fama, en 1995.

(Si, ha leído bien, Soez no Zoé… ya les explicaré. Ah, y se dice que la fama le viene por sus constantes ataques al sistema político cubano, más que por sus numerosos libros.)

“Ella viene de una isla que quiso construir el paraíso...” Así comienza, y así acaba, esta obra intensamente desgarradora, en tanto nos traslada a un país que lleva ya más de cinco décadas destruyéndose y destruyendo a quienes, por azar recurrente del destino, nacimos allí.

(“Siempre habrá que partir y perder la fuerza, la esperanza”)

Como la autora, miles de miles de cubanos hemos cogido el camino de la mar en busca de un futuro mejor, pero aun envueltos en los brillos de la antigua Europa o del sacro “imperio” nos es imposible mantenernos a salvo de lo que sucede en nuestra patria.

Quizás por eso me negaba a leer “La nada…”, para no volver a cuestionarme dónde está ese hombre nuevo que tanto han pregonado, esa sociedad nueva…

La nada envuelve la cotidianidad de Patria, la protagonista, quien “lleva este nombre porque nació el año en que la Revolución triunfó en Cuba y representa la primera generación de los que crecieron en un sistema que debía desterrar para siempre la injusticia.

“Pero los años han pasado y el paraíso prometido se ha vuelto un infierno de frustración, penurias y apatía, en el que todos, adictos y escépticos, parecen atrapados.


“En esta realidad desolada, Patria escribe sobre sí misma y sobre los demás, sobre lo que observa y lo que siente, lo cotidiano, pasado y presente. Escribe para vengarse, para comprenderse y para que la comprendan…”

¿Les suena de algo, queridos amigos?

A mí me recuerda la zanja de aguas putrefactas, el barrio donde quedaron los amigos, soñando con ir a París o La Habana, al parque de provincia o el malecón donde todo se vende y se compra…

¿De verdad es eso lo que querían nuestros padres para esta generación? La voz entrecortada de mi madre me dice lo contrario cada domingo. No fue para eso que se sacrificaron tanto, que gritaron tantos Vivas y “comieron tanta candela”.

Al principio de estas líneas llamaba a la autora Soez en vez de Zoé, porque tengo que, humildemente, reprocharle tanta lata pornográfica, ese lenguaje soez… ya sé que esta pequeña isla no le importa a nadie, que para vender necesita llamar la atención con escenas sexuales… pero, ¡es tan fácil criticar desde la poesía!

A pesar de ello, me identifico con La Nada… no podía ser de otra manera. De sus personajes, me quedo con “la gusana”, emigrada poco dada a la nostalgia, pero irremediablemente ajena a estas calles y aceras españolas que nunca serán nuestras…

Al final, ni el inmenso mar nos salva del estropicio, de esa nada cotidiana que cubre la isla en que nacimos y donde sobre-viven nuestros seres más queridos.

Ojalá algún día la historia sea diferente…. Ojalá algún día sea verdad eso de “Ella viene de una isla que quiso construir el paraíso...”, y lo consiguió.


Zoé Valdés es poeta, novelista y guionista de cine. Durante varios años trabajó en la delegación de Cuba ante la Unesco y en la oficina cultural de la embajada cubana en París. Ha ganado premios de poesía y fue finalista del concurso La sonrisa vertical. 

Recientemente ha sido galardonada con el Premio de novela breve Juan March Cencillo, por su relato La hija del embajador. La nada cotidiana, su primera novela, se publicará en varios países europeos y en Estados Unidos, y ha tenido un singular éxito de crítica y de ventas en Francia y España. Zoé Valdés vive en París; yo en Barcelona.

domingo, 29 de junio de 2014

Vivo en un país que odia la eficiencia

Por Yordanis Ricardo Pupo

Revisando viejos documentos encuentro este artículo que nunca publiqué para evitar la censura. Hoy lo comparto, aunque ya yo estoy lejos de "esto", pero no la Isla...

Vivo en un país que odia la eficiencia. Nos pasamos la vida hablando del tema, de la necesidad de alcanzarla y cuando vemos algo que se parece un poquitín así, le damos con el pie, lo aplastamos y lo apartamos hasta que el ente emisor desiste de su empeño de ser eficiente. 

Esa es la venganza de la mediocridad que impera en casi todos los sectores de la sociedad cubana. Mediocridad de los que siempre fueron mediocres, de los que han sido obligados a ser mediocres y de los que les ha resultado más ventajoso ser un mediocre más. Así no te complicas la vida, y mientras haces como que trabajas, se te va la vida, esperando esos “tiempos mejores” que no acaban de llegar, a ese “hombre moderno” que parece jamás va a emerger de entre el proletariado nacional.

Sé que estas palabras podrán ser usadas en mi contra, que tal vez sea acusado de muchas cosas, pero hoy estoy despechado, herido hasta los tuétanos por quienes debían alabar mi trabajo o al menos apoyarme en la gestión de lograr un colectivo eficiente. Y es que ellos ven el peligro donde no lo hay, se sienten amenazados, temen al brillo que pueda emanar un joven que va “a contracorriente” de una generación que ya comienza a ser “perdida”.

Y también siento pena. No por mí, aunque me cuesta tanto ser otro mediocre de la lista, sino porque el futuro de nuestro país sigue en manos de gente como esta, que no aprende el verdadero camino de una sociedad socialista, inclusiva, abierta –al diálogo, a lo nuevo.

Al final, tal vez la historia se repita, y viva otro día como aquel en Baraguá, cuando me expulsaron de la UJC por ser homosexual, y borraron de un manotazo mi hinchada hoja de servicios a favor de mi PATRIA, la misma que tantas veces he jurado defender de mercenarios e imperialistas. Si esto pasa, sentiré que le he fallado otra vez a mi país, que otra vez han ganado los burócratas, los corruptos y mediocres que le corroen el alma a nuestra querida nación. 

Pero el sol es muy grande, y aunque los desagradecidos ignoren su luz y solo hablen de sus manchas, lo vemos ahí cada mañana, recordándonos su fuerza.

miércoles, 26 de septiembre de 2012

Amanecer en la Isla

Por Yordanis Ricardo Pupo

Amanece en el oriente de Cuba. Siento las alarmas de los pocos que trabajan en el barrio, el cantío de los gallos, el aroma del café de la vecina que aun no se acostumbra a su jubilación ni a la ciudad.

Dentro de un rato Pinocho saldrá a volar las palomas, los mellizos para la Secundaria, la loca de la esquina se sentará en el césped a coger sol, los Testigos de Jehová irán a proclamar la obra, y los que estuvieron de guardia regresarán a casa, a dormir, o a cuidar los hijos.

Comienza la rutina de un día normal en este barrio sin acueductos ni alcantarillados ni calles asfaltadas, donde sin embargo, nada parece apagar la alegría de sus habitantes, que saludan constantemente, piden una “monja” o un “pescao” cuando se les acaba la plata que inventaron ayer y, a veces, hasta un short o un pulóver para ir al parqueo del estadio.

Aun es temprano para que pasen los vendedores de pasteles, pan, coquitos acaramelados, flores, viandas, frutas, ensaladas… y hasta escobas y trapeadores –los lecheros han desaparecido-, llegarán más tarde, cuando todos estén levantados, barriendo los portales o conversando con los vecinos.

Amanece en el oriente de Cuba, y como cada día, comienza también mi rutina, en esta isla que se me antoja inmensa.

martes, 31 de julio de 2012

Bienvenidos a LA ZANJA CUBANA

Por Yordanis Ricardo Pupo 

En Cuba, la zanja separa, escinde y divide espacios suburbanos. En suertes y desgracias sus surcos conectan casas y vecinos; reflejan nuestra sociedad. La zanja termina pareciéndose a los seres que habitan los suburbios y sigue infaliblemente atada a sus destinos.

Hace seis años me mudé a un barrio periférico de la ciudad de Holguín, en el oriente de la isla. Como la mayoría de nuestras comunidades, la mía también es un poco barroca y sus personajes viven su cotidianidad entre carencias que no apagan la alegría natural del cubano. 
 
Aunque la zona comenzó a urbanizarse en la primera mitad del siglo XX, en la mayoría de las calles faltan acueductos y alcantarillados. Los teléfonos siguen siendo pocos y, cuando llueve, el riachuelo cercano sube hasta los portales y entra sin permiso hasta donde desea. 
 
En los barrios suburbanos como este, las zanjas serpentean entre las calles sin asfaltar, permiten la circulación de las aguas pluviales y son la mejor salida a los desechos hogareños. 
 
Dependiendo de su origen, las zanjas son en colores: roja la del matapuerco, variopinta la de la peluquera, blanca después del baño de la tarde, verde (con hierbas y polvos flotando) la del santero y, cuando las lluvias escasean, oscuras y musgosas. 
 
Durante mucho tiempo la zanja que pasa por delante de mi casa fue de cemento y corría feliz hacía uno de mis laterales –donde desembocan las del resto de mis vecinos y desde allí corre hasta el río. 
 
Pero el tiempo lo destruye todo, como también destruyó la vida de la señora Testigo de Jehová que habita a mi derecha: su esposo y su hijo se fueron del país ilegalmente y la dejaron sola con su Cristo Redentor y una amargura que nos arruina la existencia. 
 
Desde entonces no cesan las discusiones vecinales porque ella ni limpia ni deja que se limpie la zanja, provocando que aguas negras circulen en sentido contrario, manchando mi inmaculado frente y dándole a esa cavidad una importancia que antes no tenía.

Actualmente mi vida está tan marcada por esa ZANJA –hasta he tenido que vérmelas con inspectores del Gobierno-, que he dejado a un lado mi blog LA ISLA DE LOS HOMBRES SOLOS para comenzar este, donde intentaré acercarles a la vida del cubano de los suburbios. 
 
Bienvenidos a LA ZANJA CUBANA. 

Espero no le desagraden estos retratos.