En Cuba, la zanja separa, escinde y divide espacios suburbanos. En
suertes y desgracias sus surcos conectan casas y vecinos; reflejan
nuestra sociedad. La zanja termina pareciéndose a los seres que
habitan los suburbios y sigue infaliblemente atada a sus destinos.
Hace
seis años me mudé a un barrio periférico de la ciudad de Holguín,
en el oriente de la isla. Como la mayoría de nuestras comunidades,
la mía también es un poco barroca y sus personajes viven su
cotidianidad entre carencias que no apagan la alegría natural del
cubano.
Aunque
la zona comenzó a urbanizarse en la primera mitad del siglo XX, en
la mayoría de las calles faltan acueductos y alcantarillados. Los
teléfonos siguen siendo pocos y, cuando llueve, el riachuelo cercano
sube hasta los portales y entra sin permiso hasta donde desea.
En
los barrios suburbanos como este, las zanjas serpentean entre las
calles sin asfaltar, permiten la circulación de las aguas pluviales
y son la mejor salida a los desechos hogareños.
Dependiendo
de su origen, las zanjas son en colores: roja la del matapuerco,
variopinta la de la peluquera, blanca después del baño de la tarde,
verde (con hierbas y polvos flotando) la del santero y, cuando las
lluvias escasean, oscuras y musgosas.
Durante
mucho tiempo la zanja que pasa por delante de mi casa fue de cemento
y corría feliz hacía uno de mis laterales –donde desembocan las
del resto de mis vecinos y desde allí corre hasta el río.
Pero
el tiempo lo destruye todo, como también destruyó la vida de la
señora Testigo de Jehová que habita a mi derecha: su esposo y su
hijo se fueron del país ilegalmente y la dejaron sola con su Cristo
Redentor y una amargura que nos arruina la existencia.
Desde
entonces no cesan las discusiones vecinales porque ella ni limpia ni
deja que se limpie la zanja, provocando que aguas negras circulen en
sentido contrario, manchando mi inmaculado frente y dándole a esa
cavidad una importancia que antes no tenía.
Actualmente
mi vida está tan marcada por esa ZANJA –hasta he tenido que
vérmelas con inspectores del Gobierno-, que he dejado a un lado mi
blog LA ISLA DE LOS HOMBRES SOLOS para comenzar este, donde intentaré
acercarles a la vida del cubano de los suburbios.
Bienvenidos
a LA ZANJA CUBANA.
Espero no le desagraden estos retratos.
Espero no le desagraden estos retratos.
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